
La agitación está considerada por el “Manual de Consulta para Cuidadores y Familiares” de kNOW Alzheimer como un síntoma de los estadios moderado y grave de esta enfermedad. Aunque se suele asociar a algún tipo de demencia o problema psiquiátrico, la agitación en ancianos es una modificación en la conducta según las normas sociales que también puede producirse por otros motivos. Sirve de indicativo y por eso hay que analizarlo en su conjunto, para poder dar con el diagnóstico acertado.
Conviene diferenciar entre dos tipos de agitación:
- Física : repeticiones de gestos como vestirse y desvestirse, hiperactividad sin finalidad clara
- Verbal. repetición de preguntas, verborrea, lenguaje soez, gritos, discurso incoherente, demandas de atención
No hay que confundir agitación con delirum: éste es un síndrome caracterizado por una alteración de conciencia y los pacientes que lo sufren pueden sufrir estados de agitación, pero también de escasa respuesta a los estímulos.
Además, también se puede tener en cuenta para la catalogación de la agitación si se trata de una conducta agresiva o no. Sería el caso, por ejemplo, de amenazas o acusaciones verbales; de patadas o mordeduras en una agitación física agresiva como reacción a la resistencia a la asistencia. No obstante, un paciente agitado no es necesariamente una persona violenta, puede deberse a una reacción a una situación puntual.
En Lares Comunidad Valenciana sabemos que tratar con personas con una conducta agitada es complicado porque suelen no suelen ser muy colaboradores y pueden poner en riesgo el entorno del enfermo porque pueden lesionarse ellos mismos y a los de su alrededor. Es posible incluso que los familiares estén avergonzados cuando se produce una agitación agresiva que no entienden ni pueden modificar. Pero, aunque es una reacción lógica, no hay necesidad de sentirse así.
Es mejor estar calmado frente a la persona mayor y seguir una serie de protocolos. Por ejemplo, la contención verbal resulta útil cuando se trata de un caso leve: hablar con tranquilidad, sin alzar la voz, explicando todo lo que hacemos y con una actitud conciliadora. Hay que estar atentos a cualquier signo de agitación como aumento del tono, nerviosismo o miradas de reojo para controlar la situación desde el primer momento para no empeorarla. Así se garantiza la seguridad de todos y es más fácil encontrar el origen para buscar una solución lo antes posible.
La agitación puede tener varias causas por lo que hay que fijarse en qué puede causarla. Un posible motivo es puramente médico ya que puede aparecer como efecto secundario de un medicamento. Pueden contribuir a la agitación otros trastornos muy comunes como diarrea, estreñimiento, infección urinaria, dolores musculares, artritis o también la pérdida de visión o audición. Algunos son más evidentes que otros, por eso hay que analizar el estado de salud en su conjunto.
Los cambios en la vida de una persona mayor también pueden provocar variaciones en su conducta: nuevo hogar, nuevos cuidadores, nuevos compañeros, nuevas rutinas… Si la agitación fuese provocada por este tipo de situaciones que son fácilmente evitables, no será necesaria la medicación si no deshacer las modificaciones que ponen en riesgo su salud mental, buscar formas de tranquilizarles evitando tensiones o probar con actividades que les distraigan de aquello que repercute en su malestar.
Como método de prevención, se pueden eliminar factores de riesgo como puede ser la sobre estimulación creando un ambiente tranquilo que no provoque malestar. Buscar formas de estimulación cognitiva por ejemplo con actividades en grupo para evitar la apatía. Y asegurarse de que se trata correctamente el dolor que pueda sufrir el anciano ya que éste también puede ser lo que provoque la agitación.
Si se elimina el que parece ser el factor desencadenante y la agitación se prologa durante días o semanas, se puede recurrir a un tratamiento farmacológico. En cualquier caso, es el médico quien debe elegir la opción adecuada, considerando otras posibles enfermedades y si se trata de un episodio agudo o crónico. Siempre, claro está, después de haber descartado otros posibles orígenes para la agitación física o verbal de la persona mayor.
Por último, existe también la agitación nocturna. Se relaciona con el síndrome crepuscular y el Alzheimer y es un trastorno del sueño que se caracteriza por confusión, alucinaciones, insomnio, inquietud, gritos, demandas de atención… Se llama así porque se manifiesta a última hora de la tarde. Puede deberse también a otras causas como las que hemos visto: dolor, estreñimiento, infección urinaria…
La ansiedad puede distinguirse de la agitación porque ésta puede empeorar en la puesta de Sol mientras que la ansiedad, aunque también puede hacerlo al anochecer, suele empeorar a primeras horas de la mañana. Además, la agitación suele correlacionarse con deterioro cognitivo, es un estado conductual y se asocia a la irritabilidad. Por su parte, la ansiedad se relaciona con la depresión y es un estado en el que prima el miedo y la aprehensión interior. En estos casos, el tratamiento es diferente por lo que conviene no distinguir bien las causas de la agitación para minimizar el malestar de la persona mayor y su entorno.
Identificar las causas y solventarlas o paliarlas es la mejor solución para gestionar la agitación . Debe evitarse el recurso a las sujeciones porque muchas veces aumentan la agitación enlas personas mayores, o incluso pueden ser el origen de la propia agitación en un circulo vicioso que se automantiene.
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Además de la agitación, hay otros muchos trastornos de la conducta que afectan a los ancianos: depresión, ansiedad, apatía, aislamiento… En Lares estamos atentos siempre a su comportamiento para velar por una mejor calidad de vida.
BIBLIOGRAFÍA
- «Manejo de la agitación en el paciente anciano«, CEVIME – Infac nº 22.
- «Agitación en paciente adulto hospitalizado. Plan de cuidado estandarizados«, Revista científica de enfermería nº 6.
- “El paciente agitado: su manejo en urgencias”, Juan Torres Ojeda.